En Camboya, a las tres y cincuenta y cinco minutos de la mañana, Maly de quince años se sienta frente a su máquina, pero antes ha observado a las otras que están delante, detrás y a su lado. Casi todas al unísono levantan la cabeza de la pieza y la vuelven a colocar, cambiándola de posición, en una danza de manos y piezas de costura que suben y bajan, mientras las agujas igualmente suben y bajan y los descalzos pies suben y bajan del pedal y las cabezas suben y bajan de la vida.
En Bangladesh, a las cuatro y cincuenta y cinco de la mañana, Salma y su bebé están llegando al taller. Ella se quitará los zapatos para poner sus pies en el pedal, acomodará su cadera y su gran barriga con cuidado para quedarse así más o menos por unas quién sabe cuántas horas de pedales, cabezas y manos.
En Brasil, a las cinco y cincuenta y cinco, las manos de Marcia se dispondrán a desdoblar las camisas cortadas que quedaron pendientes desde ayer. Aún sus ojos siguen sincronizándose como un sólo cuerpo con la máquina, esto lo aprendió hace muchos años, por eso sus movimientos se suceden como en un enigmático hechizo de sonidos y piezas deslizadas entre aceites y mecanismos rápidos que a toda velocidad hilvanan los hilos que antes a las abuelas les significaron días y noches.
Se llaman Carmen, Rosa, Aisha, Marta, Li o Yin y a las tres, cuatro o cinco de la mañana están allí, pero estas jornadas no han sido cubiertas por ningún canal, tampoco los periodistas han seguido de cerca a estas superestrellas, que todos los días ensartan una misma aguja con un solo hilo que une los millones de camisas que circulan en los cuerpos de los miles de caminantes que van en miles de calles, centros comerciales y aeropuertos. Un único hilo cuyas puntadas dan la vuelta al mundo sosteniendo la moda, hilándola en un solo compás de tiempo de mujer que se repite día a día con sus noches que resultan cortas para el cansancio.
Mientras tanto la que escribe, la que escribe esta historia está aquí al lado de su máquina mirándolas, pensando en las afinidades y en ese hilo infinito e invisible, que en todas las edades y en todos los tiempos nos sirve a las mujeres para unirnos, mirarnos y decirnos que somos las mismas desde diferentes máquinas o destinos, tiempos y modos de coser.
Cecilia Mendoza
Redactora, escritora de cuentos, guiones, artículos, correctora de textos, ha producido publicaciones, investiga, lee y promueve leer, narradora, dirige en radio Las Hilanderas de Cuentos y hoy es Literarias.

2 comentarios
Excelente narrativa. Cosiendo ideas, vidas y destinos. Identificándome tanto con Carmen, Rosa, Aisha, Marta, Li o Yin. Las Heroínas Anónimas
Un aporte de las queridas #amigasaliadas de @literarias, a quienes puedes seguir en instagram